Los indios han tejido los misterios de los cañones con los mitos y su religión.
Hace mucho tiempo, hubo un gran jefe indio muy sabio, que lloraba incansablemente la muerte de su esposa, y no se tranquilizo hasta que Ta-vwoats, uno de los dioses indios, vino a él, y le dijo que ella estaba en una tierra más feliz, y se ofreció a llevarlo allí, que él podría ver por sí mismo, si, a su regreso, él dejaba el llorar.
El gran jefe asumio el compromiso solicitado. Luego Tavwoats hizo un sendero a través de las montañas que intervienen entre esa hermosa tierra, la cálida región y el Gran Oeste.
Ese sendero es el Cañón del Colorado. A través de él le llevaron, y cuando habían regresado, la deidad le exigió al jefe indio la promesa de no decir a nadie de las alegrías de esa tierra, no sea que, inconformes con la vida de este mundo, decidiera ir a ese lugar tan feliz. Por eso fue que hizo rodar a lo largo del Cañón un rio, para que pereciera en el cualquiera que intentara llegar a ese lugar si el gran jefe indio contaba de su existencia.
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